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La guí­a del buen comprador (I)

Como buen estudiante universitario que vive en un buen piso universitario (osea, un mal piso) y con un presupuesto reducido gracias a nuestro sistema capitalista que premia el trabajo repetitivo más que el desarollo, he tenido bastantes experiencias que me han llevado a una recopilación de normas básicas para hacer la compra en el supermercado, o más bien la aplicación de la ética hacker y el conocimiento libre a la compra diaria en supermercados de productos básicos.

Sí­, es tan estúpido como parece, pero es un trabajo que estoy obligado a hacer (lo calificaremos como supervivencia), en contraposición a las otras dos categorí­as (vida social y entretinimiento) que Linus Torvalds definí­a en cierto libro.

Ahí­ va pues la primera entrega de pequeñas refexiones en el cómodo formato de los 10 mandamientos (que no tienen por que ser 10), a la que con gran falta de originalidad llamaré “La guí­a del buen comprador”:

1) Comprando un producto de “marca conocida” no estás pagando calidad, estás pagando la publicidad. Hazte una idea de lo que tienen que pagar las empresas por anunciarse en TV. ¿Sigues pensando “Es más caro porque es mejor”? Ojo, marca desconocida tampoco equivale ni a barata ni a buena. Utiliza tu propio criterio y mejóralo con la experiencia.
2) Todo producto que contenga el prefijo “mini” tendrá un precio mayor a su equivalente en tamaño estándar, sin tener ninguna influencia en la calidad. Claros ejemplos, las mini-empanadillas, los mini-helados…
3) El precio de los componentes por separado de un producto suele ser mucho menor al precio de un producto todo-en-uno (ejemplo, precio de chocolate + precio de galletas es mucho menor que precio de chocolate con galleta (y en menor medida, para aquellos que requieran un esfuerzo de preparación no trivial, ya que aunque nos ahorramos este esfuerzo, seguimos pagando especifididad y comodidad).

Continuará...

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