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Alex Ubago, te lo dedico


Los adultos que lloran no son sólo antiestéticos sino también inmorales, en cuanto constituyen un pésimo ejemplo para generaciones venideras. Piensen las damas en todas las veces que un desconocido se ha acercado en un bar, en una fiesta o en una cena y se ha pasado la noche hablando de la última mujer que le puso los cuernos, de lo solo que se siente en el mundo, de lo difí­cil que resulta todo cuando te haces mayor. Y la paciencia admirable que demuestran algunas, aguantando el chaparrón con su mejor sonrisa y bebiendo Ballantines a grandes tragos deseando secretamente que un rayo divino cruce la sala y se estrelle directamente sobre su interlocutor. Para que no sufra más, digo. Generosamente.

Pero ah, si el mismo desconocido se sienta en el escenario o llega hasta nosotras desde los altavoces del bar su condición de ser lamentable adquiere tintes de tragedia griega y el que fuera borracho de bar pasa a ser trovador del alma. ¿Por qué, mis queridas muchachas, es el llorica de bar un coñazo insoportable pero si coge una guitarra y se lamenta con estribillo es un corazón solitario que merece toda vuestra atención?

Al menos chusma como Joaquí­n Sabina explota su condición quiero pensar que alucinatoria de golfo hijodeputa que las ama y las deja como los marineros, que tienen una novia en cada puerto y un romance añejo con el alcohol. Y en todas las baladas heavy que nos acunaron en los ochenta se aprecia, entre los solos de guitarra, baterí­a y gritos, un punto de orgullo chulesco, un triunfo apenas sofocado que anula todas y cada una de las promesas de redención. O, en términos callejeros, un siento mucho haberme follado a tu hermana y juro que si me perdonas no lo volveré a hacer pero añadiendo, invariablemente: fue una noche de éxtasis, de drogas y alcohol y tu hermana es un zorrón de los pies a la cabeza. Nena, cuando sales con un hombre tan hombre como yo, hay cosas que sólo las decide el destino. Tu hermana es una de ellas. Y no hay más que hablar.


De obligada lectura, La Petite Claudine: La venganza del castor herido

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