Qué recuerdos. He vuelto a bajar mi EAC (siempre sobrio, siempre feo, siempre en beta). Escribo estas líneas desde un sucio editor de texto plano, ya que mientras se ripea un cd el ordenador no debe hacer nada más. Me diréis que es una tontería, que mi procesador tiene capacidad de sobra para gestionar la minúscula entrada/salida que supone hacer tareas sencillas a la vez que leer un cd. Lo sé, pero es parte del ritual.
Me acabo de comprar el último disco de Sabina. Sacado de su caja, se dirije al lector, y mediante varios procesos traspasados de generación en generación, conseguiré sacarle su jugo. Una vez se convierta en música digital, volverá a su caja donde pasará a ser pieza de coleccionista. Y su poético zumo seguirá conmigo toda la vida, tan fresco como el primer día. Platón tenía su idea de bien, la perfección en estado puro. Para mi, la música debe estar así. Es más, sólo hay dos estados, el perfecto (1) y otros (0).
El día que una pequeña rayadura estropeó la magistral reproducción de un disco, decidí que el cd-audio no es un soporte perfecto. Pero ya mucho antes, con unos 15 o 16 años, cuando mis cd´s de mp3 crecian exponencialmente, me di cuenta de una cosa:
La información es infinita, tenerla toda es sólo cuestión de tiempo, y la tecnología avanza de tal forma que cada vez ese tiempo es menor. El problema ahora es otro, el problema es clasificarla, entenderla, organizarla, obtener la necesaria en el momento adecuado de una forma fácil, y que nunca deje de ser correcta.
Me había tropezado con lo mismo que pensaron unos chicos (los fundadores de google) hacía no muchos años y que hoy es (y seguirá siendo) uno de los negocios más importantes, semántica de información.
Desde entonces esa pasión por organizar la música me ha hecho conocer un montón de cosas que de otra forma no hubiera conocido, aunque también me ha hecho asustar a muchísima gente con mi radicalismo (cada vez que me acuerdo de la cara de miedo de uno…).
Desgraciadamente, como otras muchas veces, he tenido que rendirme y admitir la música (0) como música. Aún así, la música realmente importante, sigue siendo música (1). Y Sabina lo merece.