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Terror en el supermercado, horror en el ultramarinos

No deberí­amos estar aquí­ – me dice Axl. Tiene toda la razón, pero intento tranquilizarlo. í‰l tiene prisa, pienso que es un dia tranquilo, pero comprendo que quedar a una hora es más que un acuerdo entre dos personas, es un sí­mbolo de aprecio, de responsabilidad. No habrí­a problema en aplazarlo si por cualquier causa no fuera posible estar a la hora, es más, aplazarlo serí­a cuestión de hacer una llamada cinco minutos más tarde. Pero yo sé lo que es esa angustia, el coche que se para en doble fila sin dejarte pasar, el que se queda parado en medio de un cruce, la esperanza que se va y la juventud que no vuelve.

Sólo estamos en el supermercado. Sólo es una llamada. Pero hay algo más ahí­ detrás. Lleno de gente, corremos por los pasillos para completar nuestra lista mental. El pollo está pálido, el plan no funciona. Merece la pena optar por las hamburguesas envasadas, que gritan en su envase “100% cerdo”. Prefiero no hacerme preguntas, no hay tiempo.

Llegamos a la cola, caótica, gente dispersa, poco organizada. En el caos hay belleza, pero sólo a veces, en esta ocasión no. Te preguntas en que momento de la vida de esa gente dejó de tener importancia los sentimientos de querer mejorar y el de vivir en sociedad inherentes a la especie humana. No hay tiempo, sólo hay que buscar la cola más rápida.

No hacen falta palabras, despues de tres años el algoritmo para minimizar el tiempo en la cola del supermercado está más que probado, y tan utilizado que se hace inconscientemente. La cola es tan larga que tropezamos con un expositor, por lo que debemos darle un extraño giro. Es el principio del fin. Una señora se acerca con su carrito, y obviando todo el conocimiento social adquirido en su larga vida, se coloca por delante de nosotros.

Axl me mira, tiene prisa pero sabe que debemos actuar con paciencia y tranquilidad. Lo miro y veo su mirada condescendiente, diciéndome que no pasa nada. Si un bit puede ser la diferencia entre la vida y la muerte, una mirada puede decir mucho más. Aún así­, mis pensamientos se van hacia otro sitio, hacia decenas de miles de años de evolución y conocimiento, hacia los valores mas dignos de la humanidad, a la inteliegencia, al amor. Los estarí­a traicionando a todos.

Señora, estábamos nosotros delante. No voy a perder esta guerra, me da igual lo que me diga, estoy dispuesto a batirme en duelo contra usted. Elija armas, o delegue su actuación en quién usted crea oportuno, pero creo que merece la pena luchar por lo que uno cree. Y esta vez no voy a ser condescendiente, mi ira va en progresión. Si quiere puede encomendarse a su dios favorito, porque no estoy dispuesto a perder. Y cuando acabe con usted, el infierno, que será su destino, le parecerá el cielo comparado con el sufrimiento que le espera en su lenta y dolorosa muerte.

Axl encuentra tabletas de chocolate en 3×2, salen a unos 30 céntimos cada una. Mi mundo paralelo vuelve a juntarse. Es la hora.

Señora, estábamos nosotros delante.

Axl me mira, puede leer en mis ojos el párrafo anterior, que sólo he pronunciado para mí­ mismo. Tiene miedo que la situación se nos vaya de las manos. Pero sabe que merece la pena. Nuestra enemiga contesta con voz miedosa:

Ah, pues pasad pasad, yo no quiero problemas, además no llevo muchas cosas…

Las cosas vuelven a su cauce. Además, no hay odio en mi. Si no hubiera estado de acuerdo, la lucha hubiera sido encarnizada, los dí­as de sangre y pólvora hubieran vuelto a la arena, pero todo ha acabado bien. Algo está cambiando en esta oscura ciudad.

Esta historia no es real. Sus personajes o hechos podrí­an estar basados en la realidad. Sólo es una forma diferente de contar las cosas, no soy un psicópata. ¿Pero acaso no es divertido?

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