Hoy por la tarde veía una horrible comedia sobre un publicista que se veía humillado en todas las facetas de su vida, y que había dejado su única pasión, coleccionar vídeos, tirando a la basura una videoteca tan extensa como la del extraño chico de American Beauty pero con temática similar a la de Vídeos de primera (o America´s Funniest Videos) en vez de releflexiones sobre pequeños detalles de la vida que transmiten tanta energía que dan ganas de llorar.
Al final el chico encuentra a la chica ideal y al anuncio ideal. La cuestión no es esa, la cuestión es el publicista. Creativo publicitario, preferirán llamarse. Parece una profesión bonita, por la creatividad. Luego llego a casa y veo bonitas historias sobre publicistas, con esperanzadora moraleja incluida. No tengo nada contra el publicista, ni contra el fontanero especializado en duchas. El problema aparece cuando las circunstancias sociales del momento obligan al fontanero de duchas a trabajar en campos de concentración nazis, sustituyendo agua por sustancias más mortíferas:
Me llamo Octave y llevo ropa de APC. Soy publicista: eso es, contamino el universo. Soy el tío que os vende mierda. Que os hace soñar con esas cosas que nunca tendréis. Cielo eternamente azul, tías que nunca son feas, una felicidad perfecta, retocada con el Photoshop. Imágenes relamidas, músicas pegadizas. Cuando a fuerza de ahorrar, logréis comprar el coche de vuestros sueños, el que lancé en mi última campaña, yo ya habré conseguido que esté pasado de moda. Os llevo tres temporadas de ventaja, y siempre me las apaño para que os sintáis frustrados. El Glamour es el país al que nunca se consigue llegar. Os drogo con novedad, y la ventaja de lo nuevo es que nunca lo es durante mucho tiempo. Siempre hay una nueva novedad para lograr que la anterior envejezca. Hacer que se os caiga la baba, ese es mi sacerdocio. En mi profesión, nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume.Frédéric Beigbeder, 13’99 euros