Trata a tus contraseñas como a tu cepillo de dientes. No dejes que nadie más las use. Y cámbialas cada seis meses.
No me acaba de convencer: Déjate una en casa de tus amigos por si te hace falta. Confúndete con la de la gente que vive contigo, al tenerla iguales. Sabes que deberías cambiarla cada seis meses pero realmente dura por lo menos un año. Y al renovarla la diferencia es tan leve que dudas si es la vieja o la nueva. No way, no way…
Nota: Mi primer post escrito en el tren.
Vía Microsiervos