“Vi en la televisión que los comercios buenos estaban vendiendo como locos ropas caras para que las madamas vistan en el reveillon. Vi también que las casas de artículos finos para comer y beber habían vendido todas las existencias”.[...]
(...) “Robamos un Opala. Seguimos hacia San Conrado. Pasamos varias casas que no nos interesaron, o estaban muy cerca de la calle o tenían demasiada gente. Hasta que encontramos el lugar perfecto. Tenía a la entrada un jardín grande y la casa estaba al fondo, aislada. Oímos barullo de música de carnaval, pero pocas voces cantando. Nos pusimos las medias en la cara. Corté con la tijera los agujeros de los ojos. Entramos por la puerta principal.
Estaban bebiendo y bailando en el salón cuando nos vieron.
Es un asalto, grité bien alto, para ahogar el sonido del tocadiscos. Si se están quietos nadie saldrá lastimado” (...).
[...]
Pueden dejarlo, hijos míos. Los del orden no vienen aquí.
Subimos. Coloqué las botellas y la comida sobre una toalla en el suelo. Sequinha quiso beber y no lo dejé. Vamos a esperar a Pereba.
Cuando el Pereba llegó, llené los vasos y dije, que el próximo año sea mejor. Feliz año nuevo.
Rubem Fonseca, Feliz Año Nuevo
Podéis leer algunas partes del relato en el blog de Arsenio Escolar: “Un Feliz año nuevo prohibido”. Hay muchas otras navidades. La de violencia y destrucción tampoco es la mía, puede que sea hora de admitirlo antes de que alguien se lo tome en serio. Pero está igual de alejada de la mía que la de El Corte Inglés.
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