Recuerdo que con mi primer módem de 33,6 Kbps comencé a bajar canciones en MP3 de la red. A medida que la velocidad del módem aumentaba, y llegaban los “bonos y tarifas planas”, la capacidad de obtener nueva música se ampliaba. Llegó un momento en el que me di cuenta que tener MP3 sueltos no servía de nada, y comenzó mi obsesión (prolongada durante casi una década) por la perfecta organización y nomenclatura de los MP3: no importa la cantidad, sino lo accesibles que sean.
Sin embargo, mi cerebro no ha conseguido extrapolar la lección a la información en general, y cuantos más feeds tengo en mi lector, más quiero. Esta adicción a la información, que no mata pero jode, es difícil de controlar.
Cuanto antes asumamos que hay una cantidad de información interesante infinitamente superior a la que nosotros podremos manejar nunca, antes perderemos la ansiedad por intentar abarcarla.
(La tiranía de los agregadores RSS)
Tanta razón tiene esa frase que estoy pensando en imprimirla y colocarla encima del monitor. Mi técnica particular para ese caso es añadir una cantidad muy grande de feeds, de forma que ni se me plantee tratar de mantener el lector a cero (con excepciones de mi “A-List”). De momento me funciona razonablemente bien.
El problema viene con el correo electrónico: me he planteado utilizar metodologías GTD, pero eso sería como comprarme una jeringuilla de aluminio de precioso diseño para drogarme de forma más profesional. De momento sigo con un método semiautomático, que comienza a traerme problemas:
- ¿Has visto el correo que te he mandado?
- Sí, estás “marked as read”, “starred” y sigues en Inbox, es decir, estás en la lista de cosas pendientes1.
- Osea, que no has escuchado el disco…
1: Lógicamente, no utilizo ese lenguaje tan pedante en la vida real.
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