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Postal de Parí­s

Parí­s

Sortie, sortida, salida, saí­da. Distintas palabras, pero el mismo cartel, el mismo vagón, el mismo ritmo de gente saliendo o entrando. Distintos colores de piel pero las mismas miradas y gestos. Francia no es tan distinta de España. Me sorprendió no sorprenderme, sentir que no estoy en casa pero sí­ estoy aquí­ al lado.

El mundo está globalizado. Para bien y para mal. Quizás se pierde el encanto de cambiar de moneda, del largo y caro viaje, de ver todo distinto. Pero se gana el despertarte en un sitio y estar por la mañana en otro. Pagas más por el móvil, pero sigues en contacto. En Francia hay Wifi en todas partes. No le cuento a la gente lo que hice a la vuelta, se lo cuento al momento. Mi vecino sigue siendo mi vecino, sigue estando a un click. No sólo eso: sigo trabajando como si estuviera en casa. Mi lugar de trabajo cabe en una mochila, y me lo llevé.

Es difí­cil pensar que en una ciudad así­ los domingos puedan ser aburridos y depresivos. Probablemente el Louvre pueda ocuparnos todos domingos de un invierno con su colección permanente.

Como en todas las grandes ciudades, los pobres son más pobres y los ricos son más ricos. Pero en esto sí­ parece bastante distinto a España. Allí­ los “pobres” tienen un salario mí­nimo superior al de España, oero compran la comida al mismo precio. Y los “ricos” pagan más por todo, pero ganan bastante más. Sí­, conozco el problema de los “suburbios”, pero su tasa de paro sigue siendo igual a la nuestra (8 y poco), su salario mí­nimo es el doble del nuestro y os aseguro que en el supermercado las cosas cuestan lo mismo o menos.

Deberí­a haber titulado este post “Random thoughts from Charles de Gaulle airport”, pero me falta un hervor para ser tan cool.

Parí­s

bajo los puentes del Sena
de los que pierden el norte
se duerme sin pasaporte
y está mal visto llorar.

(Cuando me hablan del destino, Joaquí­n Sabina)

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