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No nos gusta la nueva ministra de cultura

Es improbable conseguir una voz unánime en la red en contra de un polí­tico sólo con su nombramiento, pero íngeles González-Sinde lo ha conseguido al ser nombrada ministra de cultura.

Nunca me sumo a las peticiones y quejas varias porque no me gusta repetir lo que otros ya han dicho mejor, pero en este caso quiero hacer un breve resumen y contextualización de los motivos que nos hacen fruncir el ceño.

*íngeles González-Sinde* se erige como defensora de la cultura, y para ello quiere *“regular Internet”*. Concretamente, pelear contra las descargas peer2peer, que hacen descender las ventas de discos o las entradas de cine.

Vayamos por partes. La analogí­a es clara, el periodismo no está muerto, los periódicos sí­. De la misma forma, la cultura no corre de peligro, su modelo de negocio sí­. Y su modo de protegerla es precisamente restringirla en vez de fomentar su difusión.

Frente a una sociedad red, en la que todos o gran parte de sus componentes crean y comparten a la vez, el modelo que pretenden defender es anacrónico e inútil en el nuevo panorama. Supone además una distinción entre categorí­as de creadores de forma arbitraria, que se puede resumir en una frase: ¿Andy y Lucas son cultura?

Precisamente la subvención de la cultura es una de las pocas que defiendo (el resto, “que le den a la tecla como yo”) pero no se puede jugar con las dos varas de medir: llenar conciertos por un lado y llorar por ayudas y beneficios por otro.

Resumiendo: Internet es, y debe ser, la herramienta para el enriquecimiento cultural y el acceso universal a la cultura, no un enemigo contra el que haya que luchar.

Disclaimer: a pesar de lo que alguien pueda pensar, ni yo ni los que protestamos lo hacemos por intereses directos o indirectos. No pedimos subvenciones para creadores en Internet, y realmente nos podrí­a beneficiar indirectamente que el p2p se acabe tal como parece pedir la ministra, aumentando así­ la importancia de nuestros contenidos en la red. Pero obviamente no estamos dispuestos a pagar el precio de poner aranceles a la “cultura” para conseguirlo, por aquí­ parece que aún queda un poco de cabeza.

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