Cuando un sitio web establece un sistema de karma (puntuación a los usuarios en función de su participación), su principal objetivo suele ser organizar mejor las aportaciones de los usuarios, premiando con más visibilidad a quienes lo hacen mejor. Y estos mecanismos pretenden fomentar también la participación.
Además de mejorar la experiencia es un paso necesario: a medida que la comunidad crece se hace necesario algún tipo de regulación, bien hecha por los usuarios o bien por un turco mecánico que repase los comentarios uno a uno.
La participación suele aumentar en un primer momento. Pero el segundo efecto inmediato es la aparición de tramposos que buscar aumentar su karma. Es el efecto cruel a una idea buena y necesaria. El resto de miembros de la comunidad pasa de ser tu compañero de tertulia a ser tu competidor por una cifra que deja de tener sentido en el momento en el que se convierte en una competición.
Y esto es un terrible efecto. El ser humano puede comportarse de forma racional si se enfrenta solo a ciertos estímulos como sexo, dinero, poder, comida o ver su nombre en una lista ordenada. Pero en el momento en el que ve a otro miembro de la manada ir a por su posible objetivo, deja de ser racional y ataca, da igual por qué.
En ese momento pasas de una apacible tarde en la sabana a estar en medio de una pelea de leones. Y tienes tres opciones: seguir allí haciendo tus cosas, unirte a la pelea o irte a descansar a otro sitio. Por suerte, si la pelea no es muy fuerte, la mayoría opta por la opción correcta: quedarse en su sitio.
La conclusión es que todos estos sistemas tienen un efecto nocivo que no debemos minusvalorar, aunque es un mal necesario por el que hay que pasar. Y la lucha por ajustar el sistema para minimizar las peleas de fieras que afecten a todos no es nada fácil.
Foto: Catalpa 34
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