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Ventajas e inconvenientes del teletrabajo: mi experiencia después de dos años


Escritorio, jimmyroq en Flickr

El avance de las tecnologí­as de la información y las comunicaciones, junto a la evolución – al menos supuesta – de nuestros trabajos hacia tareas más cualificadas, hace que el grueso de nuestras tareas se realicen delante de un ordenador que podrí­a estar en cualquier parte.

Los costes de la tecnologí­a y de la conectividad tienden a reducirse, mientras que el transporte y los precios de los inmuebles suben. Además los mercados son cada vez más globales, y a veces la diferencia entre estar en Madrid o en Santiago de Compostela es casi nula si trabajas para Dubai (el ejemplo es de Blu-Sens, empresa de Santiago). Y al final ambos son pueblos aislados si pensamos en China o India.

Todas estas tendencias nos hacen pensar que el teletrabajo y la deslocalización cobrarán cada vez más importancia. Y sin embargo los que teletrabajamos todaví­a somos esa rara avis que somos señalados con un dedo por los demás. Y, realmente, no les falta razón. No es algo intuitivo ni fácil de hacer, y curiosamente a veces hacen falta un par de años para entender las peculiaridades.

Comparto mi experiencia para que los que no teletrabajan lo puedan entender, pero también para que los que lo hacen puedan ser más conscientes de algunos detalles. Y también me parece interesante hacer un pequeño análisis de cara a las organizaciones que quieren implantar el teletrabajo: qué requisitos necesitan y qué habilidades deberí­a tener el teletrabajador.

Teletrabajo, trabajar sin horarios, trabajar desde casa: no es lo mismo

En mi caso teletrabajo y trabajo desde casa, pero trabajo con un horario. Y podrí­a trabajar desde una oficina o un estudio que no fuese la de mi empresa, por tanto conviene distinguirlos. De hecho el segundo lugar en el que más horas trabajo es la terminal 4 de Barajas, seguido en tercer lugar de la sede de Weblogs SL.

Hacer teletrabajo no implica no tener horarios. Primero porque puede requerir atención a clientes o a nuestro propio equipo: si todos enví­an correos o llamadas en horario de oficina y nosotros los atendemos de madrugada, la comunicación no será muy fluida, necesitaremos un dí­a para cada interacción.

Incluso aunque esa interacción sea menos necesaria – por ejemplo, un editor de una publicación online como las nuestras -, muchas veces las noticias aparecen en cierto horario los lectores entran en otro determinado.

Otra cosa es que, como veremos, el tipo de trabajo orientado a objetivos y no a horarios nos dé cierta flexibilidad, lo que ya adelanto que no tiene por qué significar siempre una ventaja.

Orientando el trabajo a objetivos, no a horarios

Hace unos años trabajé durante un mes para una empresa de sistemas informáticos de juzgados. Un viernes a última hora, sobre las 13:45, entré en una de las oficinas y me encontré con una persona en su puesto de trabajo, con el ordenador apagado, sin nada encima de la mesa más que un bolí­grafo con el que jugaba esperando la hora de salida.

Me parece una situación muy triste, y que sin embargo es un problema más que común. No sé si esa persona tendrí­a que estar trabajando o no, pero para estar allí­ sin hacer nada seguro que podrí­a haberse ido antes.

Primero tendrí­amos que pensar a qué se deben esos huecos improductivos. El problema puede ser que esa persona no tenga más trabajo durante ese dí­a. Si estuviese teletrabajando, serí­a una ventaja para él no tener que esperar 30 minutos en la oficina, poder hacerlo en su casa, y no deberí­a suponer un problema para la empresa.

Por el contrario si esa persona tendrí­a que estar trabajando, el problema se solucionarí­a cambiando el horario por objetivos, cosa que desde luego no es sencilla (y que no implica realizar teletrabajo).

Sin embargo sí­ que se cumple que, una vez definido un trabajo por objetivos (entiéndase completar tareas) y no a horarios, el paso del teletrabajo está mucho más cerca. Esto requiere un esfuerzo por parte de la empresa para saber definir claramente cuáles son las tareas, y también un esfuerzo por parte del empleado por centrarse en ellas y no en otras secundarias o inútiles (un gran paso hacia la mejora de la productividad).

Lugar de trabajo

Quizás para muchos no pueda ser una opción, pero para plantearse trabajar desde casa en serio hay varios requisitos que deberí­amos cumplir:

  • Habitación separada, organizada como un despacho. Quizás alguien sea capaz de trabajar desde
  • Convivencia: personalmente convivir con tus padres, o tus hijos, me parece una condición casi incompatible con trabajar desde casa. En general me parece imposible con cualquier persona que no entienda y respete al 100% lo que estás haciendo.
  • Entorno: una calle tranquila ayuda. Es difí­cil, pero como dirí­a Harvey Keitel en Pulp Ficiton, no me gustarí­a alquilar ese piso para descubrir después que tengo debajo un taller mecánico.
  • Equipamiento: disponer de dos conexiones distintas a internet no es mala idea si tu trabajo requiere conexión constante, es un coste a tener en cuenta.

Pero lo más importante no es el lugar sino que lo asumamos como tal. Por ejemplo, saber evitar las distracciones que no tendrí­as en una oficina. Nunca contesto el telefonillo, ni el teléfono fijo ni el timbre de la puerta si no estoy esperando por una llamada concreta. Es difí­cil explicarle a amigos o familiares que no puedes bajar a tomar un café o no puedes atenderlos en ese momento. La norma general es no hacer nada que no hicieses en una oficina (con excepciones que veremos más adelante).

Otra opción son despachos compartidos con otros teletrabajadores, autónomos o demás fauna similar. Es una opción que me he planteado más de una vez, aunque realmente se pierde la ventaja en coste económico y en tiempo que tiene trabajar desde casa. En todo caso, una anécdota representativa de que trabajar desde casa no es el paraí­so: cuando alguien me dice que vive al lado de su trabajo mi reacción natural es decirle “¡qué suerte!”, cuando en teorí­a yo estoy más cerca que ellos de mi trabajo.

Ahorro de costes y tiempo

Principalmente de transporte, no depender del coche o del transporte público es una ventaja económica y en tiempo. Si te gusta tu trabajo y no te gustan los atascos, hasta prefieres estar trabajando que en el coche.

Pero hay otra indirecta, la deslocalización. Un ejemplo muy gráfico: por el precio de un “piso patera” en Madrid, en Santiago de Compostela puedes alquilar un piso nuevo en una zona céntrica.

Flexibilidad y horarios

Hay ciertas ventajas inherentes a trabajar desde casa de una forma flexible. Por ejemplo, si te tomas diez minutos libres puedes estar en tu propia casa. Si tienes que atender algo (ejemplo, esperar un paquete o una reparación en casa) la ventaja es clara.

Pero la gran ventaja (y el gran inconveniente) viene del hecho de trabajar orientado a objetivos, y repartir de forma más o menos flexible el horario, aunque tengamos uno determinado. Por ejemplo, ¿puedo tomarme media hora de descanso? ¿Puedo aprovechar esta hora para ir a hacer un papeleo o una compra? Aún cuando no afecte a la productividad, el no saber controlar esas situaciones nos puede llevar a alargar nuestro horario de trabajo durante todo el dí­a.

Una de las cosas que he aprendido en estos dos años y medio es que acabar más tarde de mi horario teórico de finalización es un gran problema para mí­. Aunque lleve el dí­a más relajado, o me tome más descansos, la sensación de terminar y desconectar de todo es algo que todos necesitamos, y si es a las seis de la tarde mejor que a las ocho.

Por eso mi consejo es aprovechar esta flexibilidad como si fuesen comodines. Ejemplo, tengo un amigo que hace años que no veo y sólo puedo tomar un café con él esta mañana. O una gestión que necesito arreglar cuanto antes. De acuerdo, merece la pena utilizar el comodí­n. Ahora bien, si el plan no es excepcional y va a trastocar mi horario, mejor renunciar a él.

Relaciones sociales y aislamiento

Supongo que muchos pagarí­an por no tener que ver a su jefe o a sus compañeros de trabajo a diario. ¿Pero cómo es no verlos casi nunca? ¿Con quién hablas mientras tomas el café? ¿Qué hay de esas cervezas de afterwork?

Personalmente no serí­a capaz de teletrabajar siempre y vivir solo. Es cierto que internet mejora la comunicación y los lazos sociales (sí­, Facebook no aisla, une), pero no es suficiente. Es un coste personal a tener en cuenta, dependiendo de cada caso.

Modelo mixto: teletrabajo y trabajo presencial

Mi conclusión después de años trabajando desde casa es la siguiente: el teletrabajo tiene muchas ventajas, pero el modelo ideal me parece el mixto. Por ejemplo, poder trabajar tres dí­as desde casa y dos en una oficina.

Los dí­as de sacar balones fuera y adelantar mucho trabajo preferirí­a tenerlos en casa. No sólo por ahorrarme el tiempo y la fatiga del transporte, sino por conseguir concentración al cien por cien. Es decir, los lunes son dí­as para trabajar en casa.

Sin embargo, las reuniones personales y la planificación de nuevas tareas se realiza mucho mejor en persona. Es más, uno termina echando de menos esas largas e improductivas reuniones en las que se anotan tareas por hacer y realmente no se hace ninguna. Efectivamente, el teletrabajador echa de menos la improductividad del trabajo presencial.

La conclusión a la que llego es que realmente muchas empresas podrí­an adoptar este modelo ideal, al menos en teorí­a, ya que la práctica es bien distinta. ¿Pero qué serí­a necesario?

Implantar el teletrabajo en la empresa: requisitos de la organización

“Realmente para lo que hago yo también podrí­a trabajar desde casa, pero en mi empresa nunca me lo permitirí­an”

Cada vez que escucho esa frase, y no son pocas veces, me hago dos preguntas. La primera es si esa persona sabe lo que eso significa (si ha leí­do hasta aquí­ posiblemente ya se hace una idea). La segunda es si la empresa está suficientemente bien organizada como para poder implantar el teletrabajo, al menos parcial. Pero si en ambos casos la respuesta es afirmativa, el beneficio serí­a para ambos.

Una empresa necesita tener organizados sus procesos y sus objetivos, en tareas cuantificables y medibles. Que el control sobre el empleado sea el haber completado una tarea, no mirar a su monitor para comprobar si la aplicación abierta es Excel o Facebook, esa me parece una métrica muy mala. Un trabajador eficiente podrí­a comprobar su Facebook diez veces al dí­a y no por ello ser menos productivo. Es más, el trabajador más eficiente del mundo posiblemente tenga muchas horas libres para dedicar a su Facebook. Y en el lado opuesto sobran los ejemplos: me remito a mi ejemplo anterior de Jacinto el funcionario.

Por su parte, el trabajador deberí­a ser una persona constante y con capacidad de concentración. Esa es la teorí­a, pero creo que la práctica es distinta: simplemente debe ser consciente en cada momento que el tiempo que utilice para descansar durante su horario de trabajo lo perderá de su horario de descanso, y normalmente esa solución es peor.

Si tienes tendencia a hipotecar tu tiempo (o tu dinero), no te recomiendo teletrabajar. Pero tampoco te lo recomiendo si eres un adicto al trabajo y no sabes parar a tiempo. Si el trabajo siempre es infinito la señal de stop debes ponerla tú.

Por último, un requisito que quizás sea común a cualquier trabajo pero se hace imprescindible si trabajas por tu cuenta: debes ser tecnológicamente hábil. No habrá quién te repare el ordenador o quien te enseñe a utilizar una nueva aplicación presencialmente. La ventaja de utilizar tu propia máquina, eso sí­, es que no dependes de la elección de tu empresa para el hardware, sistema operativo, etc.

Nota final: utilizo una relación trabajador-empleador en todo el texto, aunque a la hora de hablar de un autónomo o freelance la explicación es perfectamente aplicable, es tan fácil como asimilar que uno es su propio jefe.

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