Escritorio, jimmyroq en Flickr
El avance de las tecnologías de la información y las comunicaciones, junto a la evolución – al menos supuesta – de nuestros trabajos hacia tareas más cualificadas, hace que el grueso de nuestras tareas se realicen delante de un ordenador que podría estar en cualquier parte.
Los costes de la tecnología y de la conectividad tienden a reducirse, mientras que el transporte y los precios de los inmuebles suben. Además los mercados son cada vez más globales, y a veces la diferencia entre estar en Madrid o en Santiago de Compostela es casi nula si trabajas para Dubai (el ejemplo es de Blu-Sens, empresa de Santiago). Y al final ambos son pueblos aislados si pensamos en China o India.
Todas estas tendencias nos hacen pensar que el teletrabajo y la deslocalización cobrarán cada vez más importancia. Y sin embargo los que teletrabajamos todavía somos esa rara avis que somos señalados con un dedo por los demás. Y, realmente, no les falta razón. No es algo intuitivo ni fácil de hacer, y curiosamente a veces hacen falta un par de años para entender las peculiaridades.
Comparto mi experiencia para que los que no teletrabajan lo puedan entender, pero también para que los que lo hacen puedan ser más conscientes de algunos detalles. Y también me parece interesante hacer un pequeño análisis de cara a las organizaciones que quieren implantar el teletrabajo: qué requisitos necesitan y qué habilidades debería tener el teletrabajador.
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