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Ventajas e inconvenientes del teletrabajo: mi experiencia después de dos años


Escritorio, jimmyroq en Flickr

El avance de las tecnologí­as de la información y las comunicaciones, junto a la evolución – al menos supuesta – de nuestros trabajos hacia tareas más cualificadas, hace que el grueso de nuestras tareas se realicen delante de un ordenador que podrí­a estar en cualquier parte.

Los costes de la tecnologí­a y de la conectividad tienden a reducirse, mientras que el transporte y los precios de los inmuebles suben. Además los mercados son cada vez más globales, y a veces la diferencia entre estar en Madrid o en Santiago de Compostela es casi nula si trabajas para Dubai (el ejemplo es de Blu-Sens, empresa de Santiago). Y al final ambos son pueblos aislados si pensamos en China o India.

Todas estas tendencias nos hacen pensar que el teletrabajo y la deslocalización cobrarán cada vez más importancia. Y sin embargo los que teletrabajamos todaví­a somos esa rara avis que somos señalados con un dedo por los demás. Y, realmente, no les falta razón. No es algo intuitivo ni fácil de hacer, y curiosamente a veces hacen falta un par de años para entender las peculiaridades.

Comparto mi experiencia para que los que no teletrabajan lo puedan entender, pero también para que los que lo hacen puedan ser más conscientes de algunos detalles. Y también me parece interesante hacer un pequeño análisis de cara a las organizaciones que quieren implantar el teletrabajo: qué requisitos necesitan y qué habilidades deberí­a tener el teletrabajador.

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¿Qué conseguimos exagerando ese 25%?

Viajar por el espacio. (Aperitivo prescindible)

En 2001 Dennis Tito pagó 20 millones de dólares para ser el primer turista espacial, según Wikipedia. Desde él otros se han apuntado al carro, reduciendo los precios, hasta que actualmente se habla de 140.000 euros que se irí­an reduciendo hasta los 14.000. Desde hace años comento a mis amigos que no serí­a nada descabellado que acabemos viajando al espacio. Será cuestión de cinco, diez, veinte o treinta años que el billete no cueste más de 1.000 euros, incluso tirando por lo alto.

Exagerar para vender más.

Como es un tema que veo tan cercano, el sábado pasado me quedé escuchando en la radio un reportaje sobre turistas espaciales. Comentaban que en esos vuelos a más de 100 km de la Tierra se puede alcanzar una velocidad de Mach 3,3, lo que equivale a unos 4.000 km/h. Después de estas dos cifras, explicaban que es casi cuatro veces la velocidad del sonido.

Me gustarí­a pensar que los encargados del reportaje no entienden que Mach 3,3 es 3,3 veces la velocidad del sonido, pero no se trata de ignorancia, se trata de algo peor: exageración absurda. Resulta que no hace falta ser ingeniero aeronáutico para saber que 3,3 es casi 3, no casi 4. Y si hablamos de 4.000 km/h creo que la cifra es suficientemente impresionante para lo que estamos acostumbrados como para tener que exagerarla.

Tanto medios de comunicación como muchas personas comparten esa mala costumbre de la exageración por sistema. He llegado a cuantificar la desviación de algún conocido. Si hablan del tiempo que les lleva llegar de un sitio a otro, o quieren contar lo barato que es un restaurante, aplican un recorte de un 25%. Si la cifra es positiva, el aumento se produce en el mismo porcentaje pero creciente.

Consejo: tu historia no va a ser más o menos interesante por ese exagerar un 25% las cifras. Se trata de comunicar, no de negociar el precio de una alfombra empezando alto para acercarse a la realidad.

Foto: NASA

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Almacenar de forma permanente fotografí­as digitales no es un asunto trivial

Antes del salto a la fotografí­a digital, que prácticamente ya el 95% de los usuarios han dado, todos guardábamos nuestras fotos impresas en álbumes. Esos álbumes podí­an estar mejor o peor organizados, y localizados en uno, dos o a lo sumo tres sitios diferentes. Y esa forma de almacenamiento escalaba en espacio – nadie llenaba su casa y su desván con fotografí­as – y en tiempo, ya que veinte años después esos álbumes seguirí­an igual.

Con el salto a la fotografí­a digital aprendimos a almacenar fotografí­as de forma muy fácil y con muchas ventajas adicionales, pero no pensamos en una estrategia a largo plazo. No nos preguntamos, o al menos no parecí­a preocuparnos, cuánto dura un CD, qué probabilidad hay de que sea ilegible al cabo de unos años, si podrá ser leí­do por el aparato que utilicemos en un par de décadas (sistema de ficheros) y si tendremos el software o hardware necesario para convertir esos bytes en una imagen (formato jpg).

Encontrar esa estrategia no resulta nada sencillo. Os lo dice alguien que hace pocas semanas ha perdido la mayor parte de sus fotografí­as del último año y medio. Uno de esos accidentes que no se explican por un único motivo sino por un cúmulo de errores en cadena. Reparto responsabilidades entre el diseñador del sistema operativo, el del sistema que utilizaba para almacenarlas (iPhoto) y por supuesto yo.

El caso es que, me he dado cuenta que hasta ahora no tení­a un sistema fiable de almacenar fotografí­as. Y peor todaví­a, si hoy quiero buscar una de hace cinco años, posiblemente tarde más de dos horas en encontrarla. Lección aprendida, buscamos el sistema infalible, o al menos uno adecuado.

Opciones para almacenar fotografí­as digitales

  • Imprimirlas. La mejor opción si tienes más de 60 años y/o vives en una caverna. Ahí­ queda, pero ni es barata ni segura.
  • Copias en soportes fí­sicos. CD´s, DVD´s y discos duros.
  • Copias online: bien en servicios de almacenamiento de fotos como Flickr o Picasa, o en sistemas de backup como Dropbox o Amazon S3.
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8 consejos para Community Managers

Los Community Manager, o gestores de comunidad, son las personas encargadas de relacionarse con los usuarios de su marca en internet, aprovechando la facilidad de comunicación que la red ofrece. No es una figura nueva, de hecho muchas empresas lo hací­an y siguen haciendo en la sombra, infiltrándose como usuarios anónimos en foros especializados de su marca para escuchar y transmitir el mensaje.

Respecto a esta forma rudimentaria de estar en contacto con los usuarios aparecen dos cambios: el primero es que ahora es transparente, ya que el representante de la empresa está identificado. La segunda es que los canales se han ampliado mucho, ya no sólo es un foro sino que se puede atender a Facebook, Twitter, Youtube, Tuenti, Google Maps y cualquier cosa que uno se pueda imaginar.

En base a los casos que veo, algunos muy buenos y otros que conviene madurar, recopilo lo que para mí­ serí­an algunos puntos que no conviene olvidar:

  • Conoce tu producto. No es buena señal que un usuario te tenga que corregir sobre una fecha importante en la historia de tu empresa, por ejemplo.
  • Cuidado con lo que compartes. Compartir un enlace significa estar de acuerdo con él, por lo que tu estrategia en este aspecto deberí­a ir más allá de hacer un retweet de todo aquello que lleve el nombre de tu marca. Triple efecto de enlazar un artí­culo o medio malo: desinformas a tus usuarios, pierdes credibilidad y además cabreas a los que sudamos cada dí­a para hacer contenido independiente y de calidad.
  • Prepárate para pedir perdón. Posiblemente quejarse sea la única interacción que tengan tus usuarios contigo. Sobre todo esos usuarios que tienen más seguidores y más credibilidad que tu marca.
  • No vendas la moto. No es que los usuarios de redes sociales sean más avispados que el resto (que también), es que con que uno encuentre la trampa en lo que dices basta para que todos se enteren.
  • No confundas contenido con continente. Al igual que a los lectores de tu blog no les importa cuándo actualizas el gestor de contenidos, a tus seguidores en Twitter no les importa el nuevo evento para Community Managers.
  • Utiliza una estrategia que escale. Si tu empresa tiene 500 tiendas fí­sicas, posiblemente el director de marketing no haga llamadas telefónicas a cada tienda para comprobar la disponibilidad de un producto, es una tarea del dependiente. Contentar a un usuario puede ser buena idea, ¿pero qué pasa si mañana llegan 100?
  • Mide dónde estás y por qué estás. ¿Estás en Twitter porque está de moda o porque tus usuarios están ahí­? Quizás otros sitios como un foro o Youtube, o algunos más inesperados como Google Maps o blogs especializados sean canales más adecuados en los que invertir el tiempo.

Todos los puntos negativos están basados en hechos reales, que no reproduzco por respeto. El que sí­ pongo es uno de Iberia, para mí­ el mejor ejemplo de los que conozco en Twitter.

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La molesta publicidad instrusiva y el dañino contenido comprado

Una alergia puede ser muy molesta, pero no suele ser tan dañina como otras enfermedades que nos pasan más desapercibidas. Con la publicidad online ocurre un poco lo mismo, como consumidores de información nos fijamos más en los estornudos que en revisar periódicamente la salud.

Podemos distinguir entre tres tipos de publicidad dañina. Bajo mi criterio, y esto será discutible, el orden está claro: todas deben evitarse pero prefiero publicidad intrusiva a contenido patrocinado, y mucho antes que contenido comprado.

Publicidad intrusiva

En el argot de publicidad online los llaman interstitial, layer, pre-roll… todo aquello que no nos permite ver el contenido inmediatamente, nos lo tapa hasta pasar cierto tiempo o nos obliga de alguna forma a verlo en contra de nuestra voluntad. Un atentado contra la experiencia de usuario con un motivo poderoso: conseguir más visibilidad por parte del anunciante y por tanto más ingresos por parte del medio.

Contenido patrocinado

O la famosa discusión sobre posts patrocinados. No es molesto, o no tanto como otro tipo de publicidad intrusiva, pero guarda en el mismo cajón la gasolina y las cerillas, esto es, los intereses de un anunciante se ponen al mismo nivel que la opinión del medio. Al menos la condición aquí­ es dejar muy claro que ese post ha sido pagado, dejando al lector que saque sus propias conclusiones.

Contenido comprado o condicionado

Dentro de este apartado hay distintos niveles de gravedad, de hecho algunos son delito. El más habitual, por desgracia demasiado, es la presión del anunciante para hablar más o mejor de su producto a cambio de publicidad: “si no hablas bien de mí­ no te pago la publicidad”. Un camino peligroso también para el medio: es difí­cil fiarte de alguien que ya te ha mentido una vez.

Ojo, que también funciona a la inversa (y conozco casos, obviamente no bajo mi techo): “si no me contratas publicidad hablo mal de tu producto” o “si no me haces un favor hablaré mal de tu coche”.

También entra en este apartado la famosa compra de enlaces (semánticos), que podrí­amos decir que es una compra de voto en las urnas de Google.

Por suerte la transición de los medios a internet está ayudando a que no sea tan fácil comprar o condicionar contenido, al menos hacerlo de forma descarada. Los mecanismos de reputación funcionan mucho más rápido, y la capacidad de compartir, comentar y difundir una noticia es un mecanismo de control.

Si en una revista escrita alguien publica un contenido claramente comprado, cinco lectores se enterarán y el resto no. En internet ocurre lo mismo, con la diferencia de que esas cinco personas posiblemente realicen los cinco primeros comentarios a la noticia.